viernes, 25 de octubre de 2013

HÁBITOS EMOCIONALES


Afirmaciones como: llegar alto no es crecer, ni escuchar es oír, mirar no siempre es ver, ni acostumbrarse es amar, ni sonreír es ser feliz y qué peor que mentir, es silenciar la verdad. Estas afirmaciones resumen la gran responsabilidad que tenemos en primer lugar los padres y maestros para estimular los hábitos que motiven el crecimiento emocional de los adolescentes, producto del desarrollo continuo y reforzado en su infancia, moderar su carácter en el marco de la responsabilidad que tienen que asumir los propios jóvenes.

En primer lugar, un hábito es el encuentro entre las capacidades y las motivaciones que el joven tiene de sí mismo y de los que lo rodean, su respuesta ante situaciones que se le presentan y la forma como las soluciona. Como referencia tomaré las afirmaciones de Stephen Covey sobre el hábito y la eficacia. El hábito como forjador de la personalidad del adolescente debe enfocarse como el ¿Qué voy a hacer?, ¿Cómo lo haré? Y ¿Por qué voy a hacerlo? El qué es el conocimiento, el cómo la capacidad y el por qué es la motivación (resumiendo el enfoque de Covey); el joven debe conocer qué quiere, tener la capacidad para quererlo y tener la actitud y la motivación para lograrlo; esto va desde los gustos para elegir una ocupación o carrera universitaria, disciplinas deportivas, así como para sus sentimientos y acciones en general. Debemos como padres y educadores enseñarles a dejar el cascarón de la dependencia en la toma de decisiones, para que sean más independientes y tengan confianza en sí mismos, sin olvidar que a la final deben crecer de verdad para prepararse a convivir con interdependecia que es un "nosotros" en el lugar de un "yo", que es el hábito que deben desarrollar para la cooperación y el trabajo en equipo, sea en el campo familiar, sentimental o laboral.

Por ello, tener un hábito no debe confundirse con malcriadez o carácter, porque hasta el carácter se puede modificar; así como aprendió de su entorno social lo malo, también se puede moldear para lo bueno o que sus reacciones no sean producto de sus respuestas instintivas, sino que estén basadas en sus valores y destrezas personales, ser responsable es poder elegir su respuesta. Repito, la formación de este hábito evitará que sigan sorprendiéndonos las conductas basadas en respuestas instintivas o impulsivas, proyectadas de una supuesta madurez. Por ende, así como se deterioran los rasgos de la personalidad y el joven es bombardeado a diario con un sinnúmero de mensajes confusos, negativos, codificados y sirviendo de modelos a imitar, no podemos seguir culpando a los maestros o a la escuela de las fallas de los adolescentes, ni los maestros culpar a los padres de los comportamientos agresivos de sus hijos; ya basta de culpar aunque sea cierto a la televisión, ya que el control o la decisión para encender o apagar ese aparato la tenemos nosotros.

Tenemos que asumir, todos juntos y de una vez por todas, las formas en que nos revisemos internamente para proponer soluciones y propiciar cambios de modelos que compitan con los establecidos actualmente; no se trata sólo de supervisión o no de las escuelas, sino las actividades "extraescolares" o complementarias que se pudieran  realizar en los centros educativos y en los hogares, en donde el hábito emocional apunte a la búsqueda de soluciones y no de reacciones instintivas. Si enseñamos a los niños y adolescentes a valorar y tener para sí mismos un "por qué", basado en la disciplina, respeto y constancia en las metas que se propongan (deportivas, académicas, familiares, entre otras), aprender de las derrotas y errores para utilizarlos en reconocer sus emociones, identificar sus reacciones para poder manejarlas, en conclusión, enfrentarse con mejores herramientas emocionales, para el reto que les demarca el futuro.
Tomado de simongarcia06@cantv.net

Éxitos.
Psicorientación

“Siempre contigo, siempre”

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