Afirmaciones como: llegar alto no es crecer, ni escuchar es oír,
mirar no siempre es ver, ni acostumbrarse es amar, ni sonreír es ser feliz y
qué peor que mentir, es silenciar la verdad. Estas afirmaciones resumen la gran
responsabilidad que tenemos en primer lugar los padres y maestros para
estimular los hábitos que motiven el crecimiento emocional de los adolescentes,
producto del desarrollo continuo y reforzado en su infancia, moderar su carácter
en el marco de la responsabilidad que tienen que asumir los propios jóvenes.
En primer lugar, un hábito es el encuentro entre las capacidades y
las motivaciones que el joven tiene de sí mismo y de los que lo rodean, su
respuesta ante situaciones que se le presentan y la forma como las soluciona.
Como referencia tomaré las afirmaciones de Stephen Covey sobre el hábito y la
eficacia. El hábito como forjador de la personalidad del adolescente debe
enfocarse como el ¿Qué voy a hacer?, ¿Cómo lo haré? Y ¿Por qué voy a hacerlo?
El qué es el conocimiento, el cómo la capacidad y el por qué es la motivación
(resumiendo el enfoque de Covey); el joven debe conocer qué quiere, tener la
capacidad para quererlo y tener la actitud y la motivación para lograrlo; esto
va desde los gustos para elegir una ocupación o carrera universitaria,
disciplinas deportivas, así como para sus sentimientos y acciones en general.
Debemos como padres y educadores enseñarles a dejar el cascarón de la
dependencia en la toma de decisiones, para que sean más independientes y tengan
confianza en sí mismos, sin olvidar que a la final deben crecer de verdad para
prepararse a convivir con interdependecia que es un "nosotros" en el
lugar de un "yo", que es el hábito que deben desarrollar para la cooperación
y el trabajo en equipo, sea en el campo familiar, sentimental o laboral.
Por ello, tener un hábito no debe confundirse con malcriadez o
carácter, porque hasta el carácter se puede modificar; así como aprendió de su
entorno social lo malo, también se puede moldear para lo bueno o que sus
reacciones no sean producto de sus respuestas instintivas, sino que estén
basadas en sus valores y destrezas personales, ser responsable es poder elegir
su respuesta. Repito, la formación de este hábito evitará que sigan
sorprendiéndonos las conductas basadas en respuestas instintivas o impulsivas,
proyectadas de una supuesta madurez. Por ende, así como se deterioran los
rasgos de la personalidad y el joven es bombardeado a diario con un sinnúmero
de mensajes confusos, negativos, codificados y sirviendo de modelos a imitar,
no podemos seguir culpando a los maestros o a la escuela de las fallas de los
adolescentes, ni los maestros culpar a los padres de los comportamientos
agresivos de sus hijos; ya basta de culpar aunque sea cierto a la televisión,
ya que el control o la decisión para encender o apagar ese aparato la tenemos
nosotros.
Tenemos que asumir, todos juntos y de una vez por todas, las formas
en que nos revisemos internamente para proponer soluciones y propiciar cambios
de modelos que compitan con los establecidos actualmente; no se trata sólo de
supervisión o no de las escuelas, sino las actividades
"extraescolares" o complementarias que se pudieran realizar en los centros educativos y en los
hogares, en donde el hábito emocional apunte a la búsqueda de soluciones y no
de reacciones instintivas. Si enseñamos a los niños y adolescentes a valorar y
tener para sí mismos un "por qué", basado en la disciplina, respeto y
constancia en las metas que se propongan (deportivas, académicas, familiares,
entre otras), aprender de las derrotas y errores para utilizarlos en reconocer
sus emociones, identificar sus reacciones para poder manejarlas, en conclusión,
enfrentarse con mejores herramientas emocionales, para el reto que les demarca
el futuro.
Tomado de simongarcia06@cantv.net
Éxitos.
Psicorientación
“Siempre contigo,
siempre”
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